Empresas innovadoras, universidad y zapatos
En la Fundación Canaria Parque Científico Tecnológico de la ULPGC trabajamos diariamente apoyando procesos de transferencia de conocimiento entre investigadores de la ULPGC y empresas. Se trata de una actividad como cualquier otra en el mundo actual, como quien va al asesor laboral o como quien compra fruta, pero no todo el mundo tiene claro cómo funciona la transferencia de conocimiento. En este artículo nos detendremos en el siguiente punto: ¿va siempre unido el acrónimo “I+D+i”? O, dicho de otra manera, ¿para hacer innovación hay que pasar obligatoriamente primero por la investigación y el desarrollo?
Para empezar, la innovación empresarial no es un concepto nuevo. Probablemente, si pudiéramos viajar en el tiempo hasta el nacimiento de las primeras empresas, veríamos que estas evolucionaban, así como sus productos y sus servicios... como mínimo, evolucionaban porque las personas que trabajaban en ellas tenían el ánimo de mejorar.
Vamos a hacer un pequeño experimento mental. Imaginémonos una zapatería en la Edad Media. Vamos a situarnos en una ciudad pequeña donde, imaginemos, solo había un zapatero. Este zapatero no solo confeccionaba zapatos para el resto de habitantes de esta población, sino que también los remendaba. Cuando alguien en este poblado preguntaba “¿a dónde puedo llevar mis zapatos para que me los arreglen?”, sin duda iba a este zapatero. No había más opción (aparte de andar con los pies descalzos).
Imaginémonos ahora que nos trasladamos, por ejemplo, a la actualidad, a una ciudad moderna. ¿Cuántos zapateros puede haber? ¿Cuántas tiendas de zapatos donde ni siquiera se remiendan zapatos? Está claro que en la Edad Media bastaba con conocer el oficio de zapatero para ganar dinero. Hoy en día es más complicado. No solo hay que saber el oficio de zapatero, sino que hay que saber de marketing, hay que saber cómo posicionarse por encima de la competencia... bueno, vamos a llamarlo “trucos para que los clientes vengan a nosotros”. Aparece el concepto de competencia. Está claro que no todos los sectores económicos en la actualidad necesitan la misma intensidad innovadora o la misma velocidad de generación de innovaciones, pero de momento vamos a asumir que la innovación es necesaria para subsistir. Ya entraremos más adelante en otros artículos a analizar qué matices hay.
Dado que las empresas actualmente se mueven en un entorno donde aparecen nuevas ideas y nuevas empresas continuamente, para poder competir precisamente, podemos llegar a deducir que para que una empresa subsista tiene que innovar con cierta frecuencia. Desde el momento en que hablamos de frecuencia, hablamos de sistematización y si hay un sistema, tendrá que haber un método para innovar. No es algo aleatorio, no es que de repente surja una “idea feliz”. Una idea feliz puede salvarnos durante un periodo de tiempo, pero no nos va a asegurar una permanencia larga en el mercado.
¿Y qué métodos existen? Por ejemplo, el descrito por la norma UNE 166001, que establece requisitos relativos a una correcta gestión de un sistema innovador en una empresa. Por resumirlo muchísimo, diremos que está pensado para trabajarse en ciclos. En este artículo no vamos a repasar el ciclo completo.
Situémonos en una zapatería moderna. En una zapatería moderna es bastante normal asumir que no fabrique zapatos, que tan solo los venda. Trabajamos en esa zapatería y estamos en proceso de planificar la innovación. Es decir, vamos a comenzar un ciclo de esos a los que nos referíamos en el anterior párrafo. Vamos a combinar, para empezar a trabajar en condiciones, la siguiente información: las sugerencias y quejas de los clientes y proveedores, la visión que tiene la dirección, aspectos normativos que pudieran afectar al mundo del calzado, tendencias del mercado y nuevas tecnologías, por ejemplo. Con todo esto, ¿qué se le ocurre que podría proponer como proyectos de innovación? Vamos a usar la creatividad. Por poner algún ejemplo concreto, podríamos…
1. Mejorar los sistemas de información de la empresa para saber en tiempo real cuánto stock tenemos.
2. Permitir el pago por sistemas NFC, además de efectivo o tarjeta.
3. Cambiar la imagen de la tienda, no se ajusta a los gustos del público actual.
4. Crear nuevos canales publicitarios, como cuentas en Youtube, Instagram…
5. Introducir un sistema de reparación de zapatos con impresión 3D (no vendemos zapatos, pero puede ser que la dirección decida meterse en el mundo de la reparación de calzado).
Pongamos que, en este punto, vamos a estudiar qué recursos necesitamos para trabajar cada una de esas cinco propuestas. Para la primera, podemos contactar con empresas que vendan e implanten sistemas tipo ERP. Lo mismo podemos decir para la segunda propuesta, solo que buscaremos proveedores de sistemas NFC. Para la tercera, podemos contactar con alguien experto en marketing, alguien de decoración… Para la cuarta, podemos contratar un community manager. ¿Y para la quinta?
Puede ser que veamos que es muy interesante, que tendría mucho mercado, pero no tenemos a nadie en la empresa que sepa manejar sistemas de impresión 3D. O, más complicado aún, vemos que para que este sistema funcione, hay que contar con expertos en anatomía capaces de asesorar en el diseño de los archivos que luego se imprimirán, y además hay que desarrollar sistemas de impresión de 3D de materiales algo extraños, como un tipo de plástico flexible capaz de pegar bien con el cuero.
Quizás, en ese momento, podríamos empezar a buscar expertos en anatomía y, fíjate, parece que en la universidad más próxima (o no tan próxima) hay alguien con ese perfil. ¿Contactamos, para ver si hay colaboración viable? Y, en otro centro de investigación, alguien desarrolló un tipo de plástico flexible que se puede usar en tejidos textiles. Y está patentado por ese centro de investigación. ¿Contactamos, a ver si esa tecnología pudiera sernos licenciada?
En resumen, para cuatro de las cinco propuestas se ha podido pensar en innovación sin tener que investigar ni desarrollar nada. Solo en la quinta propuesta hemos tenido que acudir a centros de investigación.
Es muy probable que veamos esquemas así con frecuencia. Y es lógico, la I+D requiere un esfuerzo muy grande y los tiempos para obtener productos comercializables son más largos. De ahí la importancia, desde el punto de vista de la universidad, de saber de qué manera quiere implicarse en los procesos de innovación de las empresas: la universidad debe ser ese lugar al que se acude para resolver problemas de tal complejidad que no son posibles abordarlos con conocimientos, productos y servicios ya disponibles en el mercado.
Este artículo es posible porque se basa en el trabajo de los técnicos de transferencia de tecnología universitaria en la Fundación Canaria Parque Científico Tecnológico de la ULPGC, con la ULPGC, y en el marco del proyecto de asesores en esta materia, Red CIDE. La Red Cide es una iniciativa del Gobierno de Canarias cofinanciada por la Agencia Canaria de Investigación, Innovación, y Sociedad de la Información y por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional en un 85%. Canarias Avanza con Europa.