La inolvidable experiencia de ser voluntario de la ONU

30/09/2009

La inolvidable experiencia de ser voluntario de la ONU

Una quincena de estudiantes de la ULPGC ya han participado en el Programa de Voluntarios de Naciones Unidas en distintos países en subdesarrollo, cuyo objetivo es reducir la brecha digital existente entre norte y sur.

 

carlos1.jpgRecientemente han regresado, tras pasar varios meses de experiencias únicas, los tres estudiantes seleccionados en el año 2008 para cubrir varios de los puestos y proyectos lanzados a todas las universidades españolas desde la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

 

Todos ellos fueron seleccionados por sus curriculums y propuesta de proyectos por el Centro Universitario de Cooperación para el Desarrollo de la ULPGC, que depende del Vicerrectorado de Relaciones Institucionales e Internacionales. Querían vivir experiencias inolvidables, desarrollar su actividad profesional ayudando a los que más lo necesitan y comprobar cómo un estudiante formado en un área concreta puede ser un eslabón más para conseguir implantar los Objetivos de Desarrollo del Milenio que se ha marcado Naciones Unidas.

 

En 2008, la ONU ofertó 45 puestos para los universitarios españoles, con unas características muy específicas que permitieran desarrollar proyectos de interés en zonas del mundo muy desfavorecidas, a los que accedieron tres alumnos de la ULPGC: Beatriz Ercilla, estudiante de Ciencias Químicas; Carlos Mayans, estudiante de Informática; y Nayra Moreno, estudiante de Derecho.

 

Los tres tenían una misión bien distinta en tres puntos alejados del mundo. Mientras Nayra viajaba a Ecuador a trabajar en la Asociación Coordinadora del Voluntariado de Guayas facilitándoles un canal de comunicación efectivo entre las distintas entidades que lo componen para compartir experiencias y recursos sobre cómo fortalecer el voluntariado, por su lado, Beatriz se desplazó hasta Tailandia, para ofrecer su experiencia y apoyo logístico al área de Crisis y Prevención de Desastres Naturales que está instalada en una oficina regional de Naciones Unidas en el Pacífico. Así, realizaba el diagnóstico de los distintos proyectos que se ponían en marcha o formaba a los técnicos que trabajaban allí a través de jornadas y consultas particulares.

 

beatriz2.jpgPara Beatriz, esta iniciativa fue sólo una parte de su estancia en Tailandia, ya que aprovechó esta oportunidad que le brindó el Programa de Voluntariado de Naciones Unidas para trabajar como una más en una ONG de la zona, en Bangkok. “En esta ONG local realicé un trabajo más asistencial: llevábamos cosas a las comunidades rurales del norte de Thailandia, íbamos al campo a plantar arroz o a cultivar, visitábamos escuelas y campos de refugiados cerca de la frontera con Myanmar…”.

 

Cuando se le pregunta qué le motivó a una joven de su edad a irse a Tailandia con este programa, no duda en responder: “Es una forma de entender el mundo, casi una forma de vida en la que uno cree”. Y así colabora desde hace años con distintas ONGs de Latinoamérica, cviajando a distintos países subdesarrollados durante sus períodos vacacionales y estudiando un Máster en Cooperación Internacional al Desarrollo. Tras su experiencia en Bangkok, Beatriz se queda con lo más importante, el lado humano. “Compartes tiempo con personas de diferentes partes del mundo, con visiones distintas, muy interesantes, y te llevas algunos amigos de esos que uno tiene para siempre”. Pero, junto a esta parcela también destaca la profesional, ya que dice sentirse más cerca de los que supone una organización que te ofrece una visión muy real de lo que es la cooperación.

 

carlos2.jpgPara Carlos Mayans, estudiante de Informática, lanzarse a la aventura de ser voluntario de Naciones Unidas ha supuesto un rotundo cambio en su vida. Él tomó rumbo a Calcuta, en la India, y allí desarrolló un proyecto de educación para el desarrollo. “Concretamente nos centramos en ofrecer nuestra ayuda un voluntario local dando soporte a unas academias de informática”. Durante seis meses trabajó a destajo para rediseñar un programa y, así, que resultara más efectivo y en la línea de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que se ha marcado la ONU.

 

Carlos tiene claras sus ideas: “Si queremos cambiar el mundo hay que empezar ya, y eso es algo que todos sabemos”. Para ello, superó, según cuenta él mismo, sus temores a lo desconocido y a no estar a la altura y tomó el avión hacia Calcuta, que ha resultado ser un viaje inolvidable por las características de su proyecto. “Desde el punto de vista humano, nunca dejó de sorprenderme el que personas viviendo en la peor de las pobrezas, durmiendo entre los coches, tuvieran las fuerzas, para, de corazón, dirigirse a un completo desconocido y desearle las buenas noches. La amabilidad y bondad de las gentes de la India dificilmente la encontraremos en ningún otro lugar del mundo, mucho menos en los países así llamados desarrollados”.

 

Además, también comenta que ha sido una experiencia muy enriquecedora en el ámbito profesional. “Solventar los problemas del día a día con la escasez de recursos propias de Calcuta es sin duda un gran reto intelectual”.

 

Beatriz, Carlos y Nayra son sólo algunas de las caras de los universitarios que año tras año cargan sus mochilas de proyectos e ilusiones y viven de cerca la pobreza mundial. Ellos animan a otros estudiantes a seguir sus pasos. Este mes de octubre salen de las aulas de la ULPGC otros tres estudiantes a vivir una experiencia similar. Esta vez aterrizarán en Nicaragua, Jordania y Timor Oriental para ofrecer su ayuda y sus conocimientos a los más débiles.